10 nov 2011

ENFERMO

Pensé que podía estar bien describir cómo me siento ahora que estoy tirao y enfermo para que, dentro de un tiempo cuando me queje por haber sufeao como el culo, pueda releerlo y pensar de qué coño me quejo.

Mi cabeza es como una antorcha. No ilumina pero quema.
No me han salido yagas en la boca pero aún así yo sería la última persona en el mundo a la que besaría por la cantidad de mierdas microscópicas que deben ir reptando por mi saliva. Menudo mejunje nuclear.
Todo mi cuerpo es una única agujeta. El hecho de teclear es una especie de suplicio con eco en cada falange, pero si permanecía otro minuto echado en la cama iba a convertirme en insecto.
Mi cama está caliente y tan revuelta como el mar en invierno. Las sábanas tienen los mismos pliegues que los rápidos de un río.
Si me tocases el pecho probablemente te saldrían estigmas en la palma de tu mano, la cual se retiraría con la rapidez de un estornudo ante el calor desprendido por el horno de mi fiebre.
Mi cuerpo huele a enfermedad y podredumbre. Sudo y me retuerzo y mis ojos, que se han convertido en una especie de bolitas vidriosas en lo más profundo de mi cráneo, fijan una mirada perdida en el reloj deseando que el tiempo pase.
No retengo nada. Todo se va desagüe abajo en forma de mierda acuosa con unos toños otoñales de lo más sutil.
No aguanto más de pie así que me vuelvo a la cama encogido, mareado, descolorido y solo.
Ya ni pienso en las olas.
Estaría bien que me llamases.

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