28 ago 2013

MALA SUERTE

Paco "El brillantina" consiguió liarse con la más guapa del barrio. No se cómo se lo hizo pero el muy cabrón no paraba de restregárnoslo por la puta cara y, qué se le va a hacer, nosotros bajábamos la cabeza y nos mordíamos la lengua cuando les veíamos pasear de la mano. 
Menudo culo tenía la muy zorra.
Un día él salió pronto de su curro para comprarle un anillo y volvió a casa antes de costumbre y la sorprendió con la polla de otro en la boca: cadhíño the judho qhue no eh o qhe padhehe. 
Desde entonces fue Pacojeras.
Pobre Paco, ¿verdad?. Pues el otro día yo llegué a casa después de pasarme la tarde dando vueltas por el parque ensayando mentalmente mi discurso. Los críos me miraban raro e incluso alguna madre alarmada se llevó a su vástago por temor a un posible desfloramiento anal. Tenía la boca seca, las manos sudorosas y un tembleque de imbécil que ni te lo crees. 
Pues eso, como decía, llegué a casa y encontré a mi chica liándose con mi madre. Cuatro pezones mirando al norte. Babas, cuero y el sofrito de champiñones cogiendo un bronceadito sabrosón en una sartén en llamas. Triple putada porque, por si fuera poco, mi chica estaba muy lejos de ser como la de Pacojeras, la más guapa del barrio.
Le había hecho caso a mi abuelo y fui previsor escogiendo a un orco para que no se me fuese con otro a las primeras de cambio pero el tiro me había salido por la culata. Ya ves, mala suerte. Anyway. 
Cojo y cierro la puerta y mi madre ni siquiera lanza al aire un !hijo, vuelve! y vuelve a hincar su sucia lengua pringosa entre los muslos de mi supuesta prometida vestida a lo Catwoman. 
Esparcidos por la cama viejos álbumes de fotos con las esquinas carcomidas y las fechas escritas a mano. Hijas de puta. Mira tú que buena salida le habían dado a la nostalgia familiar. Ya podían comerme a mí el ciruelo cada vez que mrememoraba mis veraneos por La Manga.
Todo esto me puse a pensarlo al borde del puente con una piedra atada al cuello, como Homer. Tío, hasta se me escapaba la risa. 
Al rato llegó mi padre y saltó sin pensárselo demasiado. No estaba triste por la situación sino que le daba mucha pereza tener que ponerse a limpiar y cocinar tras el abandono de mi madre. 
Vi cómo unas cuantas burbujas sellaron su muerte submarina. Epitafio: glup glup.
Yo me fumé un piti porque me había quedado destemplado. Una cosa es matarse y otra diferente pasar frío. Eso sí que no.
Entre tanto llegó otro tipo con otra piedra. Le ofrecí unas caladas y el me abrió su corazón: me dijo que no estaba  ahí por amor sino que su vida era una completa tortura causada por diferentes disfunciones corporales básicas en las que ni siquiera reparamos: el mecanismo de sus párpados tenía un defecto que les impedía parpadear automáticamente con lo cual el pobre hombre tenía que provocarlo de forma manual cada 3-5 segundos. Sus glándulas salivales no producían saliva,  de ahí que tuviese que llevar con él una cantimplora allá donde fuese. Ese misterioso interruptor que nos avisa de que ya hemos terminado de cagar no funcionaba en su caso, con lo cual o esperaba mucho rato sentado en el váter o se levantaba para tener que volver a los 4 minutos con el consecuente escocimiento anal. Tampoco eructaba ni tosía ni estornudaba y toda esa furia griposa contenida le provocaba un acné feísimo y, por último, lo peor de todo, le habían cerrao el Facebook.
Yo le rogué que no saltara pues a su lado mis problemas eran una mierda y me hacía sentir bien, afortunado. Le propuse un sueldo semanal a cambio de una cita en los días impares pero él rechazó mi oferta y saltó. Yo salté tras él, automáticamente, dispuesto a recuperar aquella joya para mi autoestima y cuando me quise dar cuenta y llegué al fondo del lecho fluvial, el muy hijo puta estaba liándose con mi padre.

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