27 may 2014

ASCO Y HASTÍO


La historia comenzó un día como otro cualquiera cuando se despertó tras sufrir una horrible pesadilla en la que caían del cielo piernas y brazos sueltos que lo inundaron todo de carne fétida y muerta, como una lluvia podrida. 
El caso es que de la que iba en tren hacia su trabajo, un grupo de gente que cruzaba la vía para ahorrarse un rodeo de diez minutos se vio atrapada entre dos trenes. El impacto de los cinco vagones a sesenta por hora rompió los cuerpos como papel e hizo saltar por los aires sus miembros hechos añicos. Tetris macabro. 
Un brazo, por casualidad, fue a parar contra su ventana con el consecuente reguero de sangre, el reloj con la hora de la muerte fijada y el susto en el cuerpo durante una semana.

Al cabo de un tiempo vuelve a despertarse sobresaltado y empapado en sudor cuando una niña con las manos recién cortadas viene hacia él implorando ayuda.
Desde entonces no había cogido el tren y prefería salir de casa veinte minutos antes aunque tuviese que atravesar el centro comercial. Nada de sustos. No está el corazón para bromas.
Y todo iba bien hasta que en el último tramo de las escaleras mecánicas una niña le adelanta jugando y la pobre mide mal y no tiene en cuenta la reducción automática del escalón que llega a su fin y tropieza y se cae de morros y al apoyarse con las manos éstas se introducen en el filo de cuchillas que delimitan la escalera, el cual no se las amputa pero si las deja en carne viva y peladas como una naranja lo cual hace que la niña reciba tal chute de adrenalina que ni se desmaye sino más bien que acuda en busca de auxilio con las manos regadas en sangre y tendones hacia la persona más próxima que no es otra que...

A los tres días se incorpora como un rayo en mitad de la noche llevándose las manos a los ojos como si eso le impidiese soñar. No quiere soñar más, pero eso es algo que él no puede decidir.
¿Qué te pasa hijo? ¿Qué ocurre? / He visto cómo se te caía la cara, madre.
Por la noche, en la cocina, su madre chilla mientras la mejilla se le desprende al ser quemada por el aceite hirviendo. Él, en la cama, se tapa hasta la cabeza, llora, y prefiere ni preguntar.

Con la ayuda de una enfermera volvió a salir a la calle al cabo de un par de meses. Su cara estaba áspera y descolorida. Se le había ido la vida.
Apenas unos pasos y ya quería regresar. El sol no le apaciguaba porque en unas horas volvería a hacerse de noche y no quería dormir por miedo a lo que podría ver en sus sueños.
Ésta vez sólo escuchó gritos y llantos. No había caras ni figuras concretas, tal vez a causa de la cantidad de pastillas y mierda que estaba tomando. 
El caso es que no lo aguantó ni un minuto más y salió de su cama, corrió como pudo y saltó. Se lanzó al vacío a través de la ventana sin gritar y sin abrir los ojos y la brisa de la caída hizo correr por su cara varias lágrimas que quedaron suspendidas en el aire.

Fundido a negro de varios minutos. Quietud y silencio.

Aparece en escena San pedro, elegantísimo y pulcro. De blanco. Geométricamente afeitado. 
Buenos días hermano, sea usted bienvenido al cielo, donde se pasará la eternidad como en un sueño ;)



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