12 dic 2010

LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DEL ODIO

Malgasté los últimos 20 pavos que me quedaban en el bolso dándoselos de propina al tipo que me consiguió el arma que días más tarde dispararía contra mí mismo.


La noche anterior soñé que, como Edgar Drake, moría traicionado y solo en mitad de una jungla; y el resto se reía. Os váis a enterar hijos de puta.
Llegué con mi pistolita nueva a casa y me fui directamente a la segunda pista del "deathcrush", entonces comenzó la metamorfosis.
Pirmero me afeité la cabeza y luego me adherí una peluca enmohecida y gris a la que hice una coleta desganada.
Sobre los guantes de latex apliqué un maquillaje color barro que proporcionaba una textura vomitiba a mi mano, tras ello fui cubriendola toda de una especie de bello negro y enrevesado que borraba de ella cualquier vestigio humano, era una especie de garra animal, salvaje y deforme.
El total desaliño culminó cuando combiné una camisa de franela a cuadros con el pantalón del chandal con el que solía ir al monte a por madera sobre el que aún había restor de resina. Mi gorra roja de una vieja entidad bancaria extinta con visera muy curva era el colofón.


Salí decidido pero nervioso por eso no tengo recuerdo alguno del camino de ida, cuando me di cuenta ya me encontraba perdido en un mar de gente que miraba atenta el escenario esperando a que salieran esos a hacer el gilipollas. Sin embargo no pude resistirme y comencé el festín con la chica rubia que tenía a lado porque no me gustó nada la mueca que puso cuando se fijó en mi garra. Le metí un disparo franco y directo que hizo volar por los aires su empeine. La muy imbécil ni siquiera gritó, perdió el conocimiento al instante, al mismo tiempo que trozos de hueso y carne se estrellaban en mi pantalón y me producían un leve cosquilleo en la espinilla.
A partir de ahí la muerte ya fue al estilo Andre Breton, fruto del azar, ya que no reparaba en nada, simplemente disparaba. Algunas veces las balas solo pasaban rozando y hacían saltar trozos de oreja o carne del hombro, sin embargo otras daban de pleno en la espalda o el pecho de algún desafortunado que caía al suelo con una especie de espasmos descoordinados como si los pobres quisieran sacarse la bala que yo les había alojado. Jajajaja


En ese momento anochecía y un fino hilo de luz entraba desde arriba por las ventanas superiores del recinto. El espacio se volvió pequeño de repente a causa de la inesperada jauría humana. ¿Conoces el cuadro "la balsa de la medusa"?, pues eso.
Me entró una depresión horrible por no haberme llevado mi cuchillo cuando esos bultos de carne corrían por salvar su vida torpes y aterrados. Cuánto hubiera gozado hundiéndoselo una y otra vez hasta convertirlos en un moribundo manantial de vísceras. "Céntrate", pensé, "eso para la próxima, hoy estamos a lo que estamos", así que mantuve la calma y continué mi plan, eso sí, con un muy mal humor que pagó por completo el tío con más mala suerte de entre todos los que allí estaban porque agoté todo el cargador contra sus dos rodillas. Ya nunca va a volver a tener los pies fríos jajajaja.


El caso es que se hacía tarde y me fui. No me costó nada salir desapercibido entre aque maremagnum de idiotas, ni tampoco desprenderme del disfraz y prenderle fuego en un contenedor. después de lo que había pasado, eso era lo de menos y nadie prestaba atención salvo a su propia seguridad.
Corrí como despavorido y cuando por fin oí sirenas me pegue un tiro en el brazo izquierdo. "El muy hijo de puta se ha ido por allí agentes, he tratado perseguirle pero no he podido atraparle // Cójanle ha matado a mi novia".
Y al cabo de un par de días, me concedieron una medalla.

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