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Los monos se columpian agarrándose de la rama de un árbol con la cola.
Yo me creo condenadamente listo y voy por la calle como creyéndome la-de-Dios meneando con salero este noventa-por-ciento-de-agua. Mi abuela me cubre de halagos y para mi madre nunca hago nada mal porque su hijo no es como los desalmados que salen por la tele. Pero lo que nadie sabe es que a veces escupo bolas de fuego y hago rechinar los dientes para que los niños lloren de dentera y
un difunto. Un criminal.
Algo fuera de lo normal.
El vino por el que vine,
que es mejunje bautismal,
anegó estos ojos de odio y
vertió mi alma de mal.
Entonces casi a la mañana llego dando tumbos y mamá hace como que no se entera, no puede ser. La abuela duerme. Ronronea. Sueña con un nieto con carrera pero, nada más lejos, el muy bobo bababa bobo, más mono que ingeniero, se saca la cola y a balancear, sucio mono sin rama que ni se sabe columpiar.
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