El otro día me dio por rebuscar un poco acerca de Toro Sentado y la verdad que su historia me dejó con el culo cuadrao.
Hela aquí chavales.
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Pues resulta que, efectivamente, Toro Sentado era peso pesado dentro de la tribu Lakota, uno de los pueblos indios a quienes los Yankis habían confinado en la reserva Sioux para que continuasen con su modo de vida tradicional gracias a una especie de pacto: tú ahí quietecito y yo no voy a tocarte las pelotas, básicamente.
Pero sucedió que unos exploradores muy oportunos descubrieron oro en las montañas que formaban parte de la reserva.Los Yankis, de forma desinteresada y con fines científicos, claro, quisieron explotar ese supuesto yacimiento al instante, pero para los indios esas montañas eran sagradas y, además, formaban parte del territorio que se les había cedido hacía unos años.
Pim-Pam-que-pa-ti-que-pa-mí. El caso es que los Yankis, en su infinita ansia por el amor a la ciencia y la labor humanitaria, decidieron pasarse el pacto por el forro de los cojones y emprender la invasión a la tribu Lakota para poder escarbar a gusto en las montañas.
Sin embargo no todo fue tan fácil como esperaban.
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Toro Sentado era una especie de chamán que participaba en rituales y danzas. Días antes /no es coña/ presagió un ataque Yanki, de modo que éste no pilló por sorpresa a la tribu.
Más importante que esto es el hecho de que la tribu de Toro Sentado contaba con rifles de repetición Winchester, es decir, unos 24 disparos por minuto mientras que las armas del ejército de Caster /el general que llevó a cabo el ataque a los Lakota/ eran manuales y sólo podían disparar, como máximo, 7.
Además Caster, como consideraba a los indios unos salvajes, no se esmeró mucho en preparar el ataque y decidió no aplicar las tácticas militares convencionales, lo cual le salió caro ya que el pueblo, además de plantar cara con mejores rifles y más cojones, se desbandó por el campo haciendo que las filas de Caster se rompiesen y perdiesen toda su efectividad.
¿Por qué hicieron esto los indios? Ni por intuición ni por haber fumao cosas raras, sino porque no tenían ni puta idea de ejércitos ni batallas y afrontaron la lucha como cuando iban a cazar búfalos, es decir, en grupitos pequeños que resultaron ser una especie de guerra de guerrillas que terminó por descolocar y echar a los Yankis de allí.
Caster palmó y junto con él un número de hombres que equivalía a medio ejército.
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Lo más gracioso de todo es que Toro Sentado no participó en la batalla ya que días antes había participado en esa danza ritual en la que ofreció 50 trozos de carne de su brazo como ofrenda, lo cual le había dejao débil para combatir. Además por aquel entonces ya tenía 45 años y su posición dentro de la tribu no era la de luchar.
¿Por qué se hizo tan famoso entonces? Pues porque los medios de comunicación no podían permitir que el gran general Caster muriese como un bobo ni hubiese sacrificado a medio ejercito a lo tonto, de modo que se inventaron un álter ego, un malo malísimo tomando como referencia el que, por entonces, constaba como jefe y líder espiritual de la misma.
Así Toro Sentado pasó a la historia como el jefe indio más feroz sin haber, siquiera, participado en la mítica batalla de Little Big Horn.
¿Qué hicieron los Yankis? Como no pudieron invadir el poblado, decidieron, en su infinita sabiduría y amor por la labor humanitaria, arrasar con todos los búfalos, lo cual supuso para la tribu un golpe enorme ya que era su principal fuente de alimento. Al cabo de un par de años, cuando la hambruna entre los Lakota se extendía, Toro Sentado accede a firmar la dichosa petición dejando campar a los Yankis a sus anchas y confinando a su pueblo a una reserva india bajo control, no vaya a ser que se sublevasen y armasen la de Dios.
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Y esta es la historia de cómo Toro Sentado llegó a ser digno de Hollywood.
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