¡Qué buena gente es! Es un chaval de lo mejor, normal que le lluevan amigos. Solamente en su grupo de Guasap tiene cincuenta.
Antes de cada baño se toma la molestia de fotografiar, describir y situar ... El buen samaritano, el filántropo...
Sus amigos se frotan las manos: ¿para qué gastar gasofa a lo tonto?
Él se cambia y entra satisfecho porque el Karma recompensará y para-mí-el-mar-es-un-lugar-de-ensueño, hasta que, poco a poco, amigos y más amigos van llegando mientras su cara va cambiando y cambiando.
Esto-ya-no-es-lo-que-era. Me-acuerdo-cuando-sólo-surfeábamos-cuatro. Incluso-antes-las-olas-eran-mejor.
Él se frunce el ceño y echa un vistazo en torno. Ya-no-conozco-ni-a-dios-y-eso-que-llevo-entrando-aquí-toda-la-puta-vida. Sí-sí-que-me-remen-una-...-que-se-preparen-...-
Él sale y saluda. Comenta y vaticina. Y comparte otra foto.
Él maneja el cotarro. Nadie le tose en el parking.
Él se va a tomar algo y comenta que esto ya no es lo que era, que antes surfeábamos cuatro, que las olas eran mejor, que ya no conoce ni a dios en el agua, que a él no le toquen los huevos porque lleva entrando ahí desde antes del espigón y sigue y sigue: reprochando reprochando, hasta que se termina su birra y se vuelve a su casa para comprobar que su foto ya ha alcanzado los 137 likes de quienes hace ahorrar gasolina y el mal trago de tener que decidir dónde.
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