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De no haber estao más pelao que la moto de un jipi, me hubiera comprao de buena gana aquel libro de Igor Kostin, que es uno de los miles de héroes humanitarios que arrimó el hombro el día que Chernobil hizo saltar por los aires átomos, cemento y a la propia URSS. La única diferencia es que en lugar de cargar una pala para apartar escombros, él llevaba su cámara.
Se expuso, como el resto, a los desconocidos efectos de la radiación para dar a conocer sin censura la verdadera envergadura del desastre, desde lo medioambiental hasta lo más humano.
Su trabajo dio la vuelta al mundo y revistas como Life le calificaron de héroe.
Sus fotos son el mayor testigo del desastre y, como el horror, aún perduran y causan silencio.
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