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Hay personajes con tal carisma, que todo un movimiento social capaz de marcar una era depende directamente de su propia persona. Peña como Lenin, Mao, Hitler o, en este caso, Zapata. Un personaje del que todos hemos oído re-que-te-hablar pero del que quizás no tengamos ni zorra idea.
Tranquilos y tranquilas, que no cunda el pánico, para resolver eso y quitar el tedio a esta tarde lluviosa, me pongo mono temático y con cierto aroma revolucionario.
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Antes de nada hay que decir que Porfirio Díaz gobierna Méjico a sus anchas. El tipo consigue un gran crecimiento económico pero a costa de un precio muy alto: las tierras del campesinado son compradas por los 4 terratenientes de turno y pasan a convertirse en haciendas donde los propios campesinos son contratados para trabajarlas a cambio de techo y comida. Naturalmente estos patrones cada vez cobran más fuerza y expansión y mantienen entre algodones a Porfirio Díaz.
Además de ésto, Díaz le vende terrenos fértiles y explotaciones mineras a empresarios extranjeros (principalmente yankis) que compran la mano de obra baratísima y se llevan la mayor parte de los beneficios y materia prima para sus países. Porfirio Díaz se defiende diciendo que con ello aumentan las exportaciones y, sobre todo, gracias a esa "colaboración internacional" Méjico se apunta al desarrollo industrial y técnológico con la llegada del ferrocarril.
Nadie pone freno a Díaz porque los ricos del país cada vez lo son más (y le protegen) y los ricos de fuera se reparten el pastel a su antojo (y le protegen).
Este es el clima que se respira en Méjico.
Pero nace Emiliano Zapata, un chavalín de clase media que no es rico pero tampoco sufre las necesidades campesinas, con lo cual puede ir al colegio y adquirir cierta cultura. Y ya sabemos que la cultura es peligrosa, mira que lo tengo dicho.
El caso es que con tan sólo 10 años, Zapata ve cómo las tierras de sus vecinos son adquiridas por un comprador forastero y éstos pasan a ser sus asalariados en condiciones poco menos que ofensivas. Zapata le dice a un campesino local, amigo de su padre, que por qué lo permite y éste le responde que esa gente es demasiado poderosa y que nada se puede hacer. Zapata no le da la razón y le dice que cuando sea mayor no lo va a permitir. Tal cual lo contó el señor.
Con 16 años Zapata se queda huérfano y hereda los bienes de sus padres, los cuales le permiten viajar a ciertas asambleas a exponer sus ideas con el resto de representantes locales. Tal es su poder de convocatoria que de éstas charlas reúne a 70 hombres y forma un pequeño ejército armado que libera una de estas haciendas.
Ésto llega a oídos de Porfirio Díaz, el dictador, que para apaciguar los ánimos (1908) declara que su tiempo ha pasado y al final de su mandato (1910) dejará que el pueblo elija democráticamente a su presidente. Pero todo resulta ser una cortina de humo y Díaz se presenta y amaña las elecciones en las que vuelve a ser reelegido frente a su rival Francisco Madero.
A estas alturas a Madero y a Zapata se les hinchan las pelotas y seguirán ideas revolucionarias del profesor Pablo Torres Burgos, que fue el auténtico iniciador del movimiento. ¿Qué ocurre?, pues que éste es asesinado y Zapata coge las riendas consiguiendo acercar posturas con Madero y sus seguidores en plan: aunque no seamos de todo afines, unámonos frente a un enemigo común.
El caso es que en cuestión de tres meses el ejército Zapatista pasa de contar de 70 a 4.000 hombres y las haciendas son liberadas una tras otra.
Mientas tanto Porfirio Díaz se huele el pastel. Le entran ganas de hacer caquita y se pira del país dejándole el terreno libre a los sublevados.
Hasta aquí todo perfecto. Zapata y Madero tienen lo que buscaban.
¿Cuál es el problema? Pues que Zapata quería una reacción inmediata y que las tierras fueran devueltas a los indígenas YA, y Madero aboga por una solución más lenta y política con unas elecciones democráticas de por medio.
Zapata se lo toma como una traición y rompe su tregua sublevándose contra Madero a los pocos meses de su victoria contra Porfirio Díaz. Vamos que acaban a hostias y los Zapatistas en busca y captura.
Para evitar parecer un bandolero, Zapata y los generales de su ejército redactan el Plan de Ayala (Reforma/Libertad/Justicia), donde exponen sus ideas y los motivos de su lucha, que básicamente era la devolución de las tierras al campesinado y la liberación de éste y el no reconocimiento a Madero como jefe del país sino a Pascual Orozco. Añadían además los Zapatistas que emplearían la violencia para la consecución de sus fines.
Entre tanto, Madero es asesinado y su sucesor, Victoriano Huerta, utiliza a Orozco para que vaya a hablar con Zapata y suavice su postura, pero éste le dice que no pactará con asesinos ni conspiradores (porque Huerta no hizo otra cosa que acabar desde adentro con Madero) y, tras matar a Orozco, Zapata se proclama único líder del ejército revolucionario y libertador del surf. Perdón, sur.
Este gesto acerca a Zapata al pueblo, que ve en éste un líder que no ansía el poder ni estar allegado a éste sino que realmente ansiaba lo que pregonaba, y por este motivo las afiliaciones a su ejército son masivas mientras que Huerta únicamente engrosaba sus filas mediante las levas obligatorias de toda la vida.
Huerta temía a Zapata porque, directamente, era incorruptible.
Para no extenderme mucho más, hostias entre unos y otros, gobiernos de quita y pon, guerra de guerrillas y Zapata que no cede ante unos ni otros y se muestra inflexible con su Tratado de Ayala.
Finalmente, para quitárselo de en medio de una vez por todas, se llevó a cabo contra él una traición gigantesca en la que Guajardo le hizo creer que estaba en contra de todos estos teje manenjes y quería unirse a su lucha social. Zapata desconfió en un principio y le hizo demostrar tu fidelidad. Guajardo fusiló a unos 50 soldados constitucionales que formaban parte del ejército del que por entonces ocupaba el poder (Carranza).
Probada su valía, Zapata concretó una cita con Guajardo para estrechar manos.
Se presentó en el campamento de éste con una pequeña escolta que le sirvió de bien poco cuando varios francotiradores dispararon contra él causándole la muerte en el acto.
Al principio nadie creía que Zapata había muerto. Unos decían que el muerto era un doble suyo y otros que era una maniobra para ganar tiempo y reestructurar el debilitado ejército mermado por la guerrilla. Al final su cadáver fue identificado por viejos compañeros de la lucha armada.
Tras su muerte la lucha Zapatista continuó pero fue debilitándose paulatinamente hasta desviarse (forzosamente -o no-) de ese utópico Tratado de Ayala que significó la vida y lucha del ideal Zapatista.
Permanece el espíritu y la figura que pasó a ser mito o leyenda, pero como dice su hija en el documental que me acabo de tragar: al final, después de tanta lucha y sufrimiento, las cosas están como estaban.
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