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Van apagándose como las estrellas en el cielo. Se caen poco a poco hacia abajo; lejos. Oscuros como las catacumbas de París, como el más oscuro deseo humano.
Van quedando menos. Ciertamente quedan muy pocos. Unos se esfuman y otros te venden por un puñado de monedas sucias. Las prefieren a ellas, putas de mano en mano. Según ellos no vales nada.
Mienten y engañan y se pasan la vida odiando.
Una vez conocí una manzana que odiaba a las peras porque no le gustaba ser manzana.
Sigue despotricando bajo un cielo cada vez más negro.
Yo ya no formo parte de esta cruel noche sin tregua.
Tal vez hable de amigos, de gente, de días soleados o de un mar calmado en invierno.
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