NADA

Siempre haces planes que acaban quedando en nada. Y es que si no los haces te sientes mal por la cantidad de patrañas que te venden constantemente: vive la vida. Disfruta de cada momento como si fuera el último. Atrévete. El mundo es para los valientes. Pero tu sabes que no, que los valientes son los primeros en caerse por un precipicio por no frenar. Tú, en cambio, prefieres ir saltando ramplonamente las vallas que son los días para esquivar esa ciénaga embarrada a la que te llevaría la bravura del vivir aprisa.
Pero a ver quién se lo dice al resto. A ver cómo les explicas que tú estás a gusto con un pulso sosegado y calmado y con la adrenalina en su sitio, se guarde donde se guarde, bien empaquetada y sin derramarse en todo caso.
Acumula publicidad tu buzón y duermes boca arriba para no percibir el palpitar del corazón contra el somier ya que el dejar de hacerlo te provoca un miedo espantoso.
A veces te sientes mal por querer otra cosa al resto y otras te sientes tan bien...
Quizás tu mente sea como el laberinto de la página veinte, que no tiene solución por un error de imprenta o por un guiño de su creador que no esperaba clientela y decidió arriesgar.
Mañana duermes la mañana. Yo no soy como tú, cima de la decepción, del trabajo mal hecho, del no llegar. Hijo predilecto de la ley del mínimo esfuerzo. Yo voy a madrugar para pasar frío, coger una mierda de olas, ponzoña rutinaria, pero más lejos, y llegar a casa pensando: otro puente sin hacer nada.
Y todo eso lo hago sin pensar ni organizar el día a base de pequeñas franjas horarias como las reglas porque si me detuviese a recapacitar un solo instante, me daría cuenta que en el fondo no somos tan diferentes, es más, que somos la misma cosa hecha de nada y que nada hace.